top of page

 

Una  fila de empinados edificios es la puerta de entrada a la segunda ciudad más importante de Colombia. Medellín se ha convertido en la última década en un referente de cambio. Algunas campañas oficiales insisten en que ha pasado “del miedo a la esperanza”. Todo para alejarse de esa vieja imagen que la asocia a la violencia y el narcotráfico.

 

Según datos de la Alcaldía, la región se encuentra en un 0.75% del PIB. El alcalde Aníbal Gaviria se ha concentrado en mejorar la calidad de vida y el desarrollo humano. “La ciudad ha progresado en muchos aspectos en los últimos 20 años y no es justo que quieran estigmatizarnos”, son sus palabras. 

 

A través de la ventana del bus que va del aeropuerto al hotel, en cercanías al estadio Atanasio Girardot, se ven locales comerciales, restaurantes y cientos de personas que a diferencia de Quito, se movilizan en moto y transporte público. 

 

Los guías turísticos y las campañas oficiales insisten en que hoy en día, Medellín es reconocida por ser una ciudad de eventos y servicios. En el sitio web Colombia Travel se enfatiza en que “en la actualidad, es una de las ciudades más dinámicas y emprendedoras de Suramérica”.

 

Esto no es lo que se ve cuando debajo del puente de la Avenida Regional aparecen los torsos a medio vestir de hombres y mujeres, todos delgados y andrajosos. Cientos de ellos viven en casas improvisadas a la orilla del río que atraviesa la ciudad de sur a norte y lleva el mismo nombre de la capital antioqueña. Un caserío sórdido al que los demás habitantes miran con indiferencia.

 

“No son paisas. Ellos vienen de otros lugares y aquí son un problema”. Fue la primera respuesta del conductor del taxi. 

 

Medellín es una ciudad de contrastes. Hay grandes edificios pero mucha gente que vive en la calle.  Una ciudad de doble moral que no termina de transformarse.

 

En los sectores aledaños al Parque de los Deseos, en cambio, está el “Nuevo Norte”: parques temáticos, universidades,  lugares de evidente consumo cultural. Es una de las mejores caras de la ciudad emprendedora y moderna, aunque según Sofía (estudiante de la Universidad Bolivariana), el mayor cambio se concentra en la zona sur de la ciudad.

 

El turismo y sus necesidades

 

En la noche, Daniel, un joven de 27 años, atiende en la barra del bar “Latin Rumba”. Mientras realiza su trabajo habla sobre la imagen que tienen los extranjeros sobre la ciudad. “Miran muchas novelas y creen que Medellín es el paraíso de lo ilegal” comenta.  En medio de la charla se unió Efrén, un vendedor ambulante de 34 años, quien habla de la indigencia y delincuencia como “un problema que ha migrado hasta aquí”. 

 

Daniel y Efrén critican los problemas de indigencia, pero su opinión cambia al hablar del microtráfico o la prostitución. “A veces, uno vive también de un poco de eso”, comenta Efrén. 

 

Cerca de la medianoche, la venta de drogas y prostitución es evidente. Un sujeto interviene en la conversación. “Guano” como se presenta, viste una camiseta del “Atlético”, uno de los equipos de fútbol más importantes en la ciudad, jeans y zapatos deportivos. Su cabeza está afeitada, debajo de sus ojos resaltan unas ojeras oscuras. “¿Quieres que te presente unas amigas?”, pregunta. Las mujeres a las que se refiere tienen entre 14 y 17 años y hacen parte de las cifras desplazadas de sus pueblos natales que ejercen la prostitución para sobrevivir en la ciudad.

 

Ninguna transacción se concreta. Guano inhala cocaína con la uña de su dedo meñique hasta que los bares cierran, cerca de las 2 de la mañana. Esta noche muestra que Medellín está llena de cicatrices del pasado que no terminan de sanar.

 

 

Patricio Ulloa

Estudiante de Periodismo

Segundo semestre

Medellín una ciudad con cicatrices

© 2023 by EDUARD MILLER. Proudly created with Wix.com

  • w-facebook
  • Twitter Clean
  • w-youtube
bottom of page